lunes, marzo 27, 2023

[Este artículo fue publicado originalmente en Bez.es el día 15 de diciembre de 2016]

Mervy King, exgobernador del Banco de Inglaterra entre 2003 y 2013, ha sido capaz de escribir un libro a partir de un comentario de su homólogo chino en 2011. Su texto dice así: “En China hemos aprendido mucho de Occidente sobre cómo la competencia y la economía de mercado apoyan la industrialización y crean mayores niveles de vida. Pero no creo que hayáis logrado controlar el dinero y la banca aún.”

El BCE acudió al QE como medida extraordinaria de creación de inflación en Europa vía crecimiento económico de sus países miembros en 2015. Tras más de 1.000 billones de Euros inyectados en la economía, Mario Draghi anunció un crecimiento raquítico del PIB (con “riesgos a la baja”), y de la inflación, especialmente la inflación subyacente, que elimina la energía y los productos alimenticios sin elaborar. Además, anunció el fin del programa en diciembre de 2017, precedida de una disminución de la cuantía de compras hasta los 60.000 millones de Euros mensuales.
El fracaso del programa es estrepitoso. Entre sus objetivos estaba la canalización del crédito barato a la economía y la depreciación del Euro como palancas de crecimiento vía consumo y exportaciones. Sin embargo, lo único que ha logrado ha sido una “armonización de los costes de crédito” (Mario Draghi dixit), la acumulación de reservas en el BCE (30% más que a principios de 2015, alcanzando máximos trimestre tras trimestre) y una inflación que seguimos sin controlar. El estrangulamiento del crédito productivo en las zonas más sensibles de la eurozona, las necesidades de capital adicionales, y la ausencia de demanda de crédito solvente explican este panorama tan poco halagüeño. Etiquetar esta situación como “éxito” del programa es lo mismo que hacernos trampas al solitario.

No es sencillo asumir que una medida de este calado no ha funcionado, Sin embargo, la única manera de no volver a cometer los mismos errores es reconocerlos. Además de ser el último gran Banco Central en adoptar este tipo de políticas extraordinarias (la FED y el Banco de Inglaterra llevaban desde 2012 inundando el sistema monetario mundial de dólares y libras), la Unión Europea arrastra un 22% de exceso de capacidad productiva como consecuencia del despilfarro y el desarrollo de políticas públicas sin evaluación durante la primera década de los años 2000. Esto significa que estimular la demanda (en palabras de muchos) no tiene efecto alguno porque no hay proyectos de inversión rentables ni demanda de crédito solvente. Un sector público hipertrofiado, una regulación excesivamente intrusiva en la actividad de los agentes privados y una sensibilidad prácticamente nula al adelantamiento de recursos futuros al presente (asunción de deuda) son los problemas raíz que arrastra la economía europea. Y ningún gestor público tiene el coraje suficiente para enfrentarse a ellos.

Además de la “armonización” de los tipos de interés, el abaratamiento del crédito gracias al QE ha tenido otros efectos en los mercados internacionales: se han disparado los dividendos con cargo a deuda, como bote salvavidas para mantener el valor de las acciones; y se han generado los incentivos necesarios para que los Estados maquillen sus problemas estructurales a través de un endeudamiento sin agujero en los presupuestos públicos.

Con cargo a la mayor expansión monetaria de todos los tiempos, la deuda de la zona Euro se ha disparado en los últimos trimestres, sin que se hayan producidos las reformas estructurales necesarias en el seno de muchos países. Esto implica que a partir de 2018, la subida de tipos de interés añadirá una presión importante a las arcas públicas de una zona Euro que continuará sin crecer. Además, las refinanciaciones de “deuda high-yield” (la de mayor riesgo) dejarán de fluir, y los términos prima de riesgo, recortes y subidas de impuestos serán, sencillamente, inevitables.

Para colmo, es probable que una inflación descontrolada haga aparición en la zona Euro. Con una velocidad de transmisión del dinero estancada, una producción (PIB) agonizante y una inundación de Euros improductivos, la inflación aparecerá antes o después como mecanismo de ajuste económico ante la barbarie humana. A este fenómeno se le llama estanflación (inflación con estancamiento económico), y no es nada nuevo en la historia económica moderna. Milton Friedman ya elaboró un modelo explicativo de este fenómeno en los años 50 (teoría cuantitativa del dinero). Pero, efectivamente, seguimos sin controlarlo en Occidente.

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