Para este fin de semana tenía planeado un post puramente financiero, con un backup analítico importante y que aportara valor en la evolución futura de los mercados españoles. Sin embargo, me he levantado con la repentina convocatoria de referéndum en Grecia. Al parecer, Syriza va a preguntar al pueblo su opinión acerca de aceptar o no las medidas que impone La Troika. Un referéndum, aparentemente, es un ejercicio de soberanía del pueblo, y, por tanto, digno de apoyo, sin embargo…
Lo cierto es que en todos mis conflictos intelectuales trato de huir sistemáticamente de posiciones absolutas. Es decir, en el caso que nos concierne, la convocatoria de referéndum no es positiva ni negativa per se. Depende, en este caso, del qué y del cómo. Y la verdad es que un referéndum convocado menos de 6 meses después de la celebración de elecciones generales, avisado con una semana escasa de antelación, y sin saber la pregunta concreta a la que tendrán que responder los ciudadanos griegos creo que esconde muchos debates y muy interesantes, entre los cuales no está la soberanía democrática. Los transexuales saben muy bien de qué hablo: por mucho que se esfuercen en aparentar características propias del sexo contrario, para serlo tienen que pasar por un tratamiento hormonal y corporal muy duro, que nada tiene que ver con disfraces, maquillaje ni ropa interior.
Tengo el enorme defecto de no conocer todo sobre todos los temas. Por eso suelo confiar en un médico ante una dolencia, o en un abogado cuando surgen asuntos jurídicos. Confío mi capacidad de elección a personas que están infinitamente más preparadas que yo para afrontar el problema que tengo entre manos. De igual manera, acudo a mi cita con las urnas cada 4 años (o cuando el representante político estima conveniente) con el objetivo de ser un granito de arena en el ejercicio democrático de ceder mi pequeña parcela de decisión a una persona o grupo de personas, considerando que están más preparadas y tienen más información que yo sobre determinados temas cruciales en la vida de todo ciudadano. Y con esto no quiero decir que esté en contra de los referéndum, sino más bien que, en términos genéricos, un referéndum debe ser convocado solamente ante situaciones excepcionales (como es el caso griego), y dotar a los ciudadanos de un sinfín de herramientas informativas, divulgativas y formativas que les otorguen la capacidad de dar una respuesta libre y responsable. Para que nos entendamos: un referéndum en Corea del Norte o en Cuba nunca será un ejercicio de democracia; más bien consiste en sesgar a la población a la respuesta preferida por el Gobierno, escondiendo una actitud clara de autoritarismo bajo un disfraz de falsa democracia.
Y, para mí, la actuación del ejecutivo de Alexis Tsipras está más cerca de Corea del Norte o Cuba que de los referéndum suizos que tan reiteradamente se ponen de ejemplo. Salvo que a lo largo de esta semana los medios de comunicación griegos se llenen de expertos en economía, política y sociología, respetando los principios de pluralidad, libertad de expresión y neutralidad periodística, algo que dudo, la respuesta del pueblo será la que el Gobierno pretenda vender. Además, para más inri, el líder griego ya declaró, en el momento de anunciar dicho referéndum, la postura del Gobierno ante la papeleta a la que se van a enfrentar los ciudadanos griegos: un rotundo «no» a las medidas impuestas por los socios. Como dicen en mi pueblo, a buen entendedor, sobran las palabras.
Con este post no pretendo infravalorar, ni mucho menos, las capacidades de la ciudadanía. Quienes me siguen habitualmente saben de sobra que soy partidario de devolver a la población la libertad robada por el yugo coercitivo del aparato estatal, pues nadie mejor que unos mismo para saber qué quieres hacer con tus recursos. Lo que sí tengo claro es que, al igual que yo me he formado profundamente en economía, y, por tanto, no tengo ni idea de medicina, antropología, astrología, mecánica, y un larguísimo etcétera de campos, la mayoría de la población no cuenta con el conocimiento económico necesario para afrontar una decisión tan relevante como la que se plantea en dicho referéndum. Para los novatos en mi web (bienvenidos, por cierto), ya hemos hablado de las consecuencias de una salida de Grecia de la UE, tanto para el país heleno (click aquí) como para el resto de la UE, incluida España (click aquí). Sin embargo, por lo que veo en varios medios de comunicación, los ciudadanos griegos se quedan con el corralito como mayor impacto a su situación, vaciando las arcas de muchos bancos comerciales. Quien quiera tener acceso a información de calidad deberá buscarla muy activamente, y hacer un ejercicio muy profundo de comprensión en muy poco tiempo. Vamos, que para dar una respuesta basada en conocimiento se tendrían que hacer poco menos que un máster en economía internacional; en una semana escasa…
Todo lo anterior podrían ser escollos salvables en pos de la democracia, si no fuera porque, además, la convocatoria de referéndum ya está conceptualmente sesgada. La Troika ha dejado al equipo liderado por Varoufakis varios meses para presentar una propuesta creíble y coherente ante la inminente bancarrota a la que se enfrenta el país griego. Sin embargo, entre estrategias de negociación e intercambio de declaraciones, el ministro heleno solamente ha sido capaz de proponer una potencial subida de ingresos públicos. El problema, en este caso, es que la subida de ingresos públicos puede llegar a producirse, o puede no producirse, por lo que no hay garantía de solución del problema que tiene Grecia en sus cuentas públicas. La Troika, ante una situación de bloqueo (e incluso cierto cachondeo por parte de los representantes griegos), ha identificado una serie de partidas que suponen, bajo su punto de vista, una mayor certeza en el camino hacia el equilibrio de las cuentas públicas griegas. Sin embargo, esto en ningún caso ha sido un «lo tomas o lo dejas», pues Grecia ha tenido la oportunidad de presentar planes alternativos, creíbles y coherentes con lo que el pueblo griego realmente necesita: competitividad, racionalidad en el gasto público, disminución del peso del sector público y libertad económica. No han sido capaces, y ahora tratan de sesgar a su pueblo hacia una decisión que solamente va a beneficiar a los dirigentes griegos; aglutinan más poder y someten al pueblo. Eso sí, todo bajo un precioso halo de democracia y apoyo social.
Para los que no me crean, sean griegos, españoles y europeos, contesten a esta pregunta: ¿Qué ocurre si Grecia contesta «no» en el referéndum? ¿En qué tratado se refleja que, bajo determinadas circunstancias, un país queda fuera de la zona Euro? Yo no conozco ninguno, solamente ríos de tinta en periódicos y blogs que especulamos sobre ello. A partir de ahí, quien siga sosteniendo que este referéndum da capacidad de elección a los ciudadanos, vive una realidad muy alejada de aquella por la que lucho: una democracia libre, responsable y sostenible.
En resumen, el mercado de deuda griego lleva ya años alejada de la libre competencia (más del 70% de su deuda está en manos de instituciones supranacionales) y se dirige hacia un callejón sin salida que lo único que va a conseguir es pobreza y servilismo para el pueblo griego. Todo ello, además, usando técnicas propias de regímenes totalitarios, nada más lejos de lo que nos pretenden vender. Y, que nadie se equivoque. En este caso, el libre mercado ha funcionado a la perfección; Grecia ha incumplido 10 veces en su historia sus obligaciones de pago, y continúa sin voluntad política para mejorar su credibilidad en los mercados. Por eso, no hay inversores privados invirtiendo en el país y el pueblo paga las consecuencias.