Parece que el mundo desarrollado ya se ha concienciado de la gravedad de la situación. Lo que ahora nos tratan de mostrar como un tradeoff entre crisis sanitaria o crisis económica no es más que un cúmulo de errores que han propiciado la crisis sanitaria, cuya consecuencia natural va a ser la crisis económica. Ejemplos como el de Corea del Sur, o países como Grecia en Europa nos demuestran que sí que era posible contener la pandemia, incluso en sus primeros estadios.
Ya no se puede volver atrás. Pero situaciones como ésta nos deberían haber mostrado el extraordinario valor de contar con la información y las perspectivas adecuadas a futuro como input fundamental para tomar las decisiones acertadas. La omnipresente recuperación en “V” ya es una ilusión lejana de muchos gestores económicos, y muy especialmente de los que tienen un margen limitado para la actuación.
El informe del Fondo Monetario Internacional hace sólo unos días da fe de ello. Los mensajes que debemos tener en cuenta a la hora de tomar las decisiones de inversión son: (i) El mundo se enfrenta a una crisis notablemente peor que la del año 2008, que afectará ya durante este año a economías desarrolladas tanto como a los países en vías de desarrollo; (ii) La recuperación, con la información con la que contamos actualmente, tiene más bien forma de “U”: Economías como la de la zona Euro van a caer un -7,3% en 2020, con una recuperación parcial del +4,7% en 2021. Esta recuperación insuficiente se notará en las tasas de desempleo, que no recuperarán los niveles precrisis hasta dentro de, al menos, dos años; (iii) Europa será el epicentro de la crisis económica, con países como España e Italia, dos de sus grandes potencias, cayendo a ritmos cercanos al 10% en términos de PIB y tasas de paro de doble dígito para ambos países ya este año; y (iv) este escenario puede ser el más conservador. El propio FMI señala solamente riesgos a la baja, dibujando tres posibles escenarios peores que el anterior.
Unas perspectivas macroeconómicas duras, sin duda, aunque ya descontadas por los mercados. No en vano, los mercados europeos han sido los que mayor ajuste han experimentado desde mediados de enero de 2020, con parqués como el alemán, el del Reino Unido o el de Alemania sufriendo ajustes acumulados de hasta el 30%, notablemente por encima de la renta variable del resto del mundo y duplicando las caídas observadas en China, tal y como recoge JP Morgan en su Boletín de Mercados del día 3 de abril. El banco de inversión, además, advierte: “Algunos mercados están mostrando signos tentativos de recuperación pero es muy pronto para hablar de un posible suelo dado el incierto horizonte en términos del período para superar el shock de actividad económica”.
Apetito inversor por los activos de bajo riesgo
Otro apunte relevante que señalan tanto desde JP Morgan como otros muchos analistas internacionales es la polarización que ya se está comenzando a dar en términos de riesgo país. Esto se refleja, por ejemplo, en la rentabilidad exigida a los bonos de deuda pública. Mientras que el bono a 2 años y 10 años estadounidense han descendido más de 125 puntos básicos desde el pasado 17 de enero, en países como Italia el incremento ha superado los 25 puntos básicos en el caso del bono a más corto plazo (2 años).
Esta situación se produce debido a la migración de capitales hacia activos considerados de menor riesgo. Una mayor demanda de bonos norteamericanos (o, en menor medida, alemanes) supone un descenso de su rentabilidad exigida. De igual manera, otros activos refugio como el oro o el dólar estadounidense también están incrementando su precio mientras que, por ejemplo, las salidas de capital de los países emergentes sufren cifras récord de 20.000 millones de dólares durante la tercera semana de marzo, según el BIS y el diferencial de rentabilidad exigida a la deuda High Yield (basura) de las empresas norteamericanas y europeas se ha casi triplicado desde mediados de marzo.
España, como país más afectado por este fenómeno y también como uno de los más vulnerables ante cualquier shock internacional por la evolución de nuestras finanzas públicas y por la ausencia de reformas estructurales durante los últimos años, también lo ha notado. Nuestra prima de riesgo, uno de los conceptos más usados durante la crisis de 2008 aunque olvidado (afortunadamente) en los últimos años fluctuaba en una horquilla de 70-80 puntos básicos, sedada artificialmente por los bajos costes de la deuda provocados por el BCE, y en tan sólo unos días se duplicó hasta casi los 150 puntos básicos, siendo necesaria la intervención del BCE. Tras el anuncio del Bazooka monetario de 750.000 millones de euros volvió a relajarse, aunque nunca bajó de los 100 puntos básicos, para volver a incrementarse notablemente como consecuencia de la publicación del anteriormente citado informe del BCE.
Una cartera diversificada, la mejor herramienta de inversión
En un sistema repleto de incentivos perversos, con una volatilidad en máximos y los indicadores de riesgo despertando de su letargo inyectado, es importante retomar algunos principios básicos para cualquier inversor: (i) Es muy imprudente poner todos los huevos en una sola cesta. Esto es, la diversificación sectorial (y, en menor medida, geográfica) es fundamental; (ii) Establece suelos (stop loss) y máximos de rentabilidad exigido a cada una de nuestras apuestas; (iii) La inversión tiene que ser basada en fundamentales y orientada al medio y largo plazo.
La revalorización del oro durante las últimas semanas, comentada anteriormente en esta columna, le resta atractivo. Esto, sin embargo, no significa que no va a seguir evolucionando a la baja, especialmente si volvemos a políticas monetarias de depreciación de las monedas locales y de transferencia de riqueza desde ahorradores hacia sectores endeudados. En mi opinión, los activos refugio más interesantes a día de hoy son los bonos y el dólar norteamericano. Es cierto que Estados Unidos va a sufrir un impacto muy severo por el Covid19, y es cierto que algunas de las políticas económicas no reman en la dirección correcta, pero su sector privado se recuperará antes que el europeo gracias a un menor grado de intervencionismo en la economía y a un sector financiero no bancario notablemente más desarrollado.
Tampoco debemos obviar las oportunidades que puedan surgir en el entorno Small Caps, siempre que su nivel de apalancamiento sea reducido y su gestión del circulante sea el adecuado según su sector de actividad. La parte de mayor riesgo de su cartera puede ofrecer jugosas rentabilidades si el objetivo está bien elegido. En momentos de grandes crisis es cuando las compañías que llevan años haciendo sus deberes es cuando más oportunidades pueden encontrar.
Adicionalmente, es importante señalar el Real Estate como un sector de oportunidades en un horizonte de corto plazo. Ante unas previsiones económicas tan pesimistas y un deterioro económico tan severo en tan poco tiempo, van a surgir oportunidades en ladrillo con mucho recorrido para los próximos años. Ya se están creando fondos orientados a este segmento, aprovechando las oportunidades de carácter coyuntural que puedan surgir en los próximos meses.
Y, por último, debemos mirar hacia la inversión sostenible y hacia los fondos socialmentes responsable como activos de mucho valor añadido en un entorno de gran preocupación social y de un notable coste social y humano como el que ya estamos viviendo. Si este tipo de productos financieros ya traían un impulso notable durante los últimos años, el Covid19 va a suponer un impulso para la deuda orientada a proyectos de sostenibilidad medioambiental, de políticas de responsabilidad social corporativa o similares. De hecho, en una Declaración de los Inversores en Respuesta al Coronavirus firmada por 195 inversores de todo el mundo, se pedía a las empresas que ofrezcan permisos retribuidos cuando haga falta, den prioridad a la salud y la seguridad, mantengan el empleo, sus relaciones con proveedores y clientes, y observen prudencia financiera. Dicho de otra manera, es el propio comportamiento individual el que va a obligar a las empresas a comportarse de una forma socialmente responsable, y en ese camino puede haber excelentes oportunidades de inversión a través de los vehículos adecuados.
Responsabilidad, prudencia en la valoración de los activos, diversificación y establecimiento de intervalos de pérdidas y ganancias en cada proyecto. Las claves para unas decisiones de inversión racionales en tiempos de irracionalidad pasan por mirar más allá de las tendencias coyunturales de los mercados.