Esta vez te has equivocado. Con ese mensaje de texto me ha despertado un buen amigo (y seguidor del blog) a primera hora de la mañana. Una frase tan lapidaria solamente podía significar una cosa: las encuestas estaban equivocadas, y nuestros (ex)socios ingleses han decidido abandonar la Unión Europea.
El shock no ha sido menor. Y no me ha pasado solamente a mí. La libra en caída libre, las principales bolsas en números rojos, todos los activos refugio marcando máximos casi históricos, y ataques especulativos coleando ya entre agentes débiles (tanto países como empresas y demás activos financieros). Esta es la situación a cierre de los mercados:
IBEX-35: -12,35%
EuroStoxx50: -8,50%
Bolsa de Londres: -3,15%
Prima de riesgo: 179 (+36 vs ayer)
Bono español a 10 años: 1,67% (+0,18 p.p vs ayer)
Lo peor, sin duda, es que las consecuencias del referéndum son, sencillamente, impredecibles. Hay análisis fantásticos recorriendo por la red, capaces de añadir incluso cifras al impacto tanto para Europa como para España y para el propio Reino Unido. No merece la pena ahondar en la idea de que la salida de Reino Unido de la Unión Europea es mala para ambas partes. Sin embargo, sí que creo que es relevante extraer algunas lecciones que Europa debe de aprender si quiere sobrevivir:
1) La libertad no tiene precio. Y, por tanto, no se negocia. De nada han servido las pseudo-concesiones que la UE hizo a Reino Unido hace unas semanas. El segmento de población más senior (esto es, los que experimentaron la sensación de libertad de la mano de Margaret Thatcher) ha decidido que no quieren un país contagiado de la excesiva burocracia europea, incentivos perversos a determinados sectores económicos (como la PAC), mercados sujetos cada vez a mayor regulación, y políticas sociales que conducen a la población hacia estándares de vida menores disfrazados en pos de la igualdad.
Este humilde economista de cabecera ha tenido la suerte de verse con la versión inglesa de «Los Tres Cerditos» entre sus manos. Como siempre, hambriento de curiosidad, lo leí. Los dos hermanos pequeños mueren devorados por el malvado lobo feroz, por no invertir el tiempo y recursos necesarios para construirse una casa capaz de aguantar los soplidos. En la moraleja anglicana, solamente sobrevive el hermano mayor, atrincherado en su casa de ladrillo. Es un ejemplo ilustrativo interesante a la hora de comparar cómo entendemos nosotros la meritocracia y el libre mercado, y cómo lo entienden ellos. Y, sin ningún lugar a dudas, es uno de los principales puntos a los que han votado «no» nuestros socios durante la jornada de ayer.
2) Más Unión. Más Europea. Da igual la óptica desde la que observes a la UE. Tiene deficiencias estructurales muy serias. Desafortunadamente, el invento europeo funcionó durante muchos años de la mano de la bonanza económica vivida a nivel mundial. Precisamente, ese éxito inducido actúa de barrera para evolucionar el modelo europeo hacia donde debemos hacerlo.
Una política fiscal armonizada (y vinculante) a la baja, eliminación de barreras al libre mercado, adelgazamiento de la supraestructura burocrática, políticas comunes de fomento de la competitividad, y una política energética que disminuya nuestra dependencia de otras economías son, sencillamente, elementos indispensables para lograr un modelo sostenible en el largo plazo. Antes de que la hiperinflación (o, quién sabe, algo peor) acabe con Europa, debemos construirla entre todos. Ha llegado el momento de refundar la Unión Europea.
3) La democracia directa tiene riesgos. Vaya por delante que creo que debemos evolucionar el modelo democrático. No obstante, solamente concibo el referéndum como una herramienta excepcional del Estado de Derecho, al servicio de los ciudadanos. Votar en referéndum todos los temas relevantes es un error que podría acabar con la propia democracia. Con un ejemplo ilustrativo quizás me explique mejor: el «Madrid de los Galácticos» en el año 2006, o a Ron Dennis en octubre de 2007, cuando se le escapa el título mundial de Fórmula 1 por los rifirafes entre Fernando Alonso y Lewis Hamilton. Ningún grupo social sobrevive si está compuesto en su mayoría por líderes que pretenden adquirir un papel protagonista en el rumbo a tomar.
Los ciudadanos deben tener el poder de elegir (y controlar) a sus gestores públicos. Eso es innegociable. Pero son precisamente éstos quienes tienen toda la información y la visión estratégica para tomar las medidas que estimen pertinentes, siempre para beneficio de dichos ciudadanos. Parece evidente que la población mayor y rural de Reino Unido no tiene las mismas inquietudes ni necesidades que la población joven y urbanita de Londres. Por eso los primeros han votado «Exit» y los segundos «Remain». Dotarles a todos de un poder de tal magnitud como el que les ha dotado Cameron es un acto de irresponsabilidad que pagaremos todos los europeos (estemos en la Unión o no) durante los próximos años. En una economía cuyas dinámicas pasan por la globalización ser un espíritu libre solamente compensa si consideras que tus socios son una carga y no un impulso. Al parecer, es lo que han considerado el 52% de los ingleses.
4) La clase política necesita una dosis de realismo. Lo cual no se trata de un argumento en defensa de la clase política europea. Todo lo contrario. Cada vez más ciudadanos europeos pensamos que están muy lejos de nuestro día a día. Bien a través de abstenciones en el voto europeo, o bien a través de rechazo, creo que deberían captar el mensaje de que el sentimiento de que Europa pertenece a las instituciones y no a los europeos gana adeptos en el Viejo Continente. Tienen poder de sobra para cambiarlo. De hecho, tienen demasiado poder. Lo que parece que falta es la intención.
En definitiva, los ingleses se han opuesto a la creación de empleo desde Comisiones, o al cambio estructural por Real Decreto. Con una crisis a la vista (ya contamos aquí que la economía de Gran Bretaña da síntomas de agotamiento), la población más experimentada ha decantado la balanza por un pasado que hay que volver a provocar. Ellos mejor que nadie saben que solamente el capitalismo y el libre mercado conducen a la prosperidad.
La libertad tiene un precio. Afortunadamente, ya no se paga con sangre. Pero quizás haya que sacrificar algunos derechos adquiridos en pos de la sostenibilidad del Estado de Bienestar. Nuestros vecinos ingleses se han equivocado en las formas, pero el mensaje es evidente. Ahora somos nosotros (los europeos) quienes lo cogemos o lo dejamos.