El sector exterior fue una de las causas de la crisis más profunda que ha vivido la España contemporánea. Un país chutado por elementos endógenos y exógenos creía que podía sobrevivir indefinidamente perdiendo competitividad exterior, considerando el déficit estructural por cuenta corriente como un mal menor.
Lo que muchos no tuvieron en cuenta es que dicho déficit (esto es, mayores importaciones que exportaciones) hay que financiarlo, y solamente hay una manera: endeudándonos con el exterior. Este, junto con el boom inmobiliario, fueron los principales motivos que llevaron al sector privado a acumular más del 200% del PIB en términos de deuda externa, la misma que nos puso contra las cuerdas en 2012 por dudas sobre nuestra capacidad de pago.
Afortunadamente, hay estabilizadores automáticos naturales que ejercen como los incentivos más efectivos a la hora de solucionar problemas, y la perspectiva de impago es uno de ellos. El sector privado español, junto con el inglés, han sido los que más deuda han reducido durante la crisis. Desafortunadamente, no podemos decir lo mismo del sector público, que ha llevado a cabo un movimiento radicalmente opuesto. Es lo que en este blog hemos denominado la socialización de la deuda por parte de nuestra economía. Esto es, todo lo que antes debían un conjunto de españoles, ahora lo debemos todos, junto con la cuantía que ha corrido a cargo de la social-democracia.
Sin embargo, en este blog siempre tratamos de ofrecer una visión objetiva de lo que ocurre. Y hay algo que sí que está logrando el Gobierno de Mariano Rajoy: evolucionar el modelo productivo. La semana pasada el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad publicó los datos a Diciembre de 2016 de la evolución del sector exterior de bienes, y lo cierto es que son, cuanto menos, halagadores.
Las exportaciones llevan 7 años creciendo. Esta evolución es especialmente reseñable en un contexto de contracción del comercio mundial como el que se lleva produciendo en los últimos meses. Además, somos capaces de exportar valor añadido. Más concretamente, los bienes de equipo y las semimanufacturas no químicas acumulan casi el 35% del valor de nuestras exportaciones. Este último grupo (semimanufacturas no químicas), junto con el sector del automóvil, son los sectores donde más valor somos capaces de añadir, generando un superávit conjunto de casi 15.000 millones de Euros para nuestra economía.
Este extraordinario comportamiento en las exportaciones de bienes ha provocado un cambio de composición de nuestra balanza por cuenta corriente. Es cierto que continúa siendo deficitaria, aunque muy lejos de los niveles de la burbuja y, lo que es más importante, asomándose al equilibrio.
Gran parte de esta evolución pasa, sin duda, por la contención de costes que han llevado a cabo nuestras empresas. La flexibilidad introducida por la reforma laboral ha permitido lograr una senda de costes laborales unitarios que se acerca al benchmark europeo:
La cual se ve reflejada en un deflactor del PIB que ha dejado de ser una carga para pasar a ser un impulsor económico. Expertos de todas las corrientes ideológicas han usado este indicador como representativo para caracterizar nuestra capacidad de competir vía precio en análisis comparativos. Pues bien, en los últimos 2 años el crecimiento de dicho deflactor ha sido de un 0,5% trimestral. Evidentemente, no se trata de una senda que nos permita recuperar la competitividad perdida de un día para otro, pero dejamos de estar a la cola, lo cual es una gran noticia. Cabe reseñar, además, que más de un 20% de dicha variación positiva viene explicada por las progresivas subidas de impuestos en los últimos años, lo cual deja margen para la mejora.
Por su parte, el reparto por Comunidades Autónomas es la siguiente:
Llama la atención la enorme desigualdad existente. Las cinco Comunidades más exportadoras suponen casi el 70% de nuestras exportaciones. Las siete con mayor capacidad de exportación suponen más del 90%. Castilla y León, además de ser una de las tres que más ha aportado al crecimiento en el último año (debido al impulso del sector del automóvil) está en ese grupo, lo cual supone un bote salvavidas para una Comunidad que no acaba de arrancar.
En definitiva, lentamente y con retos por delante, pero sí que estamos siendo capaces de evolucionar nuestro modelo productivo. El superávit de la balanza comercial (esto es, incluyendo bienes y servicios) asciende a 32.328 millones de Euros en 2016, el 2,9% del PIB. La capacidad de financiación exterior de la economía ascendió a de 18.300 millones de Euros. Queda patente que durante el año pasado hemos avanzado firmemente en términos de competitividad y mayor peso internacional. Si somos capaces de continuar con esta senda o damos un paso atrás, está en nuestra mano. El mercado nos enseña el camino a seguir y nosotros decidimos si andar el camino o no. Una mayor liberalización económica, menor peso del sector público y más rigor presupuestario, sin duda, serían pasos de gigante para volver a situarnos entre las economías más potentes del mundo. Además, sin burbujas ni elementos descompensados que hipotequen nuestro futuro.
El señor de Guindos, en su último libro (España Amenazada) justifica muchas de las decisiones del Gobierno durante la X Legislatura por una emergencia que obligaba a tomar decisiones cortoplacistas y radicales. He da aceptar, señor Ministro, que ha argumentado usted bien sus decisiones. Sin embargo, la herencia del 2010 ya no es excusa para seguir reformando el país y evolucionando el modelo productivo. Las decisiones están en su mano y si no nos movemos volveremos a caer. Confío en usted y en su buen criterio.