Al fin la pluralidad ha llegado a algún sitio. PSOE y Ciudadanos han logrado un acuerdo «para un Gobierno reformista y de progreso», que supondrá el eje sobre el que gire el debate de investidura del próximo 1 de Marzo.
Lo cierto es que eran dos partidos condenados a entenderse. Pedro Sánchez, candidato a la Presidencia del Gobierno, necesitaba pactar por pura coherencia consigo mismo. La mirada a la izquierda solamente le dejaba Podemos como herramienta para articular un Gobierno progresista con él a la cabeza. A cambio, todos por todos son conocidas las exigencias del partido liderado por Pablo Iglesias, tanto en el fondo como en las formas.
Por tanto, con la puerta del PP cerrada a cal y canto, solamente le quedaba Ciudadanos para extraer algo de valor de una situación como ésta, tan inesperada para él como para muchos miembros de su partido. Albert Rivera, por su parte, parte con el privilegio de ser el que menos tiene que perder en este juego, por lo que tiene carta blanca -entre sus votantes y ante la mirada del electorado en general -para pactar con cualquier fuerza moderada, que no hiciera saltar por los aires el valor de su claim: «el cambio sensato».
Desde un punto de vista estratégico este pacto solamente puede responder a dos estrategias: a) Un intento serio de formar Gobierno, con base en un documento lo suficientemente amplio como para que tengan cabida la inmensa mayoría de las fuerzas políticas españolas; b) Llegar un acuerdo capaz de llenar las portadas de todos los diarios, noticiarios y demás medios de información, pero sin capacidad suficiente para establecer las bases del Gobierno de la Nación para los próximos cuatro años. Lo relevante, por consiguiente, está en el interior del propio acuerdo.
Un servidor se ha molestado en leerlo, y lo cierto es que está más cerca de inclinarse por la galería que por un intento claro por establecer un rumbo para España. Además de vago en mucha de las propuestas, el documento a veces da la sensación de ser una agregación de los puntos recogidos en los programas políticos de ambos partidos más que una guía de Gobierno. Es cierto que ambas fuerzas han cedido y han llegado a acuerdos en temas sensibles para sus partidos. El error ha consistido en mostrar un temor excesivo a ciertas palabras tabú, en favor de una amalgama de propuestas sin mucho encaje en un panorama como el actual.
En lo que a este blog concierne, las propuestas económicas quedan muy lejos de lo que defiendo como necesario para nuestro país. Escribir en negrita y en las primeras páginas del documento que apuestan por una mayor racionalidad en el uso de los recursos públicos no esconde las innumerables partidas de gasto que van a añadir a una estructura ya hipertrofiada, con cargo a impuestos. Me refiero a los funcionarios que plantean añadir en áreas concretas, a unas cuantas entidades públicas encargadas de supervisar o regular temas variopintos, fondos destinados a la protección del desempleado, subvenciones a empresas, la creación de fondos para múltiples propósitos, etc.
Sin embargo, hay dos asuntos que centran mi preocupación:
En primer lugar, la inexistencia de una estrategia a nivel país, que cuente con las administraciones locales y regionales, para contener e incluso reducir la deuda pública. En 2015 ya hemos cerrado con el 100% de deuda sobre PIB. Ser incapaces de gestionar su escalada supone, sencillamente, minar la capacidad de las generaciones futuras de prosperar y mejorar su niveles de vida. Es cierto que el documento deja por escrito que pretenden negociar un objetivo de déficit del 3% para 2017, pero deja muy clara la vocación gastadora del potencial Gobierno, así como su pánico a reducir cualquier partida presupuestaria. Lo cual genera serias dudas sobre un punto que tiene más que ver con la galería que con la realidad.
Por otra parte, el acuerdo propone una subida del 1% del salario mínimo interprofesional por ley. Estoy seguro de que tanto el equipo económico del sr. Sánchez como el profesor Luis Garicano saben de sobra que una subida del salario mínimo interprofesional equivale automáticamente a más desempleo. Especialmente si no está soportado por una mejora igual o superior de la productividad del factor trabajo. Supongo que los votos que genera un punto así en un acuerdo de Gobierno superan al desgaste de un problema que siempre consideramos de otros… hasta que nos toca.
Como contrapartida, el documento abre con el aspiracional de creación de empresas y apuesta por I+D+i que todos estamos esperando. La pena es que solamente nombre el informe Doing Business, y proponga situarnos en el Top 10 (ahora estaos en el puesto 33), con vagas referencias a facilidad para crear empresas y alguna que otra reducción de las trabas burocráticas.
Con lo que sí que estoy radicalmente de acuerdo es con la necesidad de generar un tejido empresarial más grande, y orientado a la aportación de valor y al sector exterior, abandonando antiguos modelos económicos que se han mostrado desastrosos.
En resumen, Pedro Sánchez y Albert Rivera escenifican un acuerdo con un objetivo común: conseguir más votos en las elecciones del próximo mes de Junio. El pacto no puede ser considerado un documento marco para gobernar, ni tan si quiera un documento de investidura o de formación de Gobierno. Ambos líderes ahora cuentan con un elemento diferencial para la próxima campaña electoral: han sido los únicos capaces de llegar a acuerdos, que es lo que los votantes están pidiendo. El contenido del acuerdo, quizás, sea mejorado tras la formación de Gobierno… o durante la legislatura, de forma improvisada.
Del documento de Podemos hablaremos muy pronto.